El sepulcro vacío y los días posteriores al domingo en que Jesús resucitó, tocaron hondamente a los que lo vieron. Está su testimonio. Muchos, finalmente, creyeron. San Pablo lo dice con claridad: si Él no hubiese resucitado, vana sería nuestra fe. Un bonito cuento ético. Una historia de amor culminante. Un programa de vida. Y nada más.
Ante el Resucitado, ¿quién de todos los actores soy? La respuesta típica: los discípulos de Emaús. Pero ellos sintieron arder su corazón cuando el peregrino les explicaba las escrituras y más aún cuando partió en su mesa el pan. ¿Ardo yo en celo por el Evangelio? Y cuando parte para mí el pan en el altar, ¿siento esa urgencia de ir a contarlo a todo el mundo? Continuar leyendo