A la abuelita de mi mujer, María, le decían “Mayo”, o “Mayito”. Siempre me ha parecido algo más que un apodo: una relación muy fuerte. Mayo, como mes, es el “Mes de María”. O al menos lo era para mi generación. Parece ser que ya no.
Uno de los temas con los que tiene que lidiar la Iglesia católica es, justamente, ése: ya no existe la “trasmisión automática” de la fe. La caja de velocidad del coche en el que viajaba el Evangelio, al menos en la América Hispana, se atoró. Continuar leyendo