Cuando Hanna Arendt (1906-1975) fue contratada por una publicación estadounidense para cubrir, en Israel, el juicio del nazi Adolf Eichmann, escribió una serie de reportajes que terminaron siendo un libro extenso e interesantísimo sobre lo que Arendt llamó “la banalidad del mal”.
Para Eichmann organizar el traslado de judíos europeos a los campos de concentración, era un trabajo rutinario, algo así como un deber laboral que tenía que llevar a cabo con tranquilidad, certeza, control de calidad y eficacia para entregar la mercancía justo a tiempo. Continuar leyendo