Leer en la frontera

¿Alguna vez ha tenido que cruzar la frontera de México con Estados Unidos por vía terrestre en temporada alta? Si lo ha hecho, estará de acuerdo conmigo que es lo más parecido a sentirse en la antesala del infierno. Con temperaturas de cuarenta grados en verano o de cero grados en invierno, uno se ve obligado —así vaya al otro lado por dos días— a hacer colas de hasta cuatro horas. Para que le reciban la visa electrónica dos empleados de mal humor, que lo último que les interesa es si nos apellidamos López, Pérez o Bin Laden. Continuar leyendo

Vicente-Nario

Hace tiempo que los espectaculares de la Librería Gandhi, en las ciudades del país donde se ha extendido, ganan la atención de los conductores y acompañantes por su ingenio, calidad y, a veces, humor del bueno. Asuntos como “Si no lees, no existo” o “Los libros, güey, aumentan güey, tu lenguaje, güey”, han sido éxitos sonados de publicidad. No sé si las ventas de la librería han aumentado o no. Lo que sí me doy cuenta es que se pueden hacer campañas de promoción de la lectura sin tener que recurrir al tono lacrimógeno o a la amenaza tipo “si no lees eres un tipo malo” (cosa que no se dice, pero que se desprende de muchos textos al respecto del fomento a la lectura).

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