Durante muchos años nos acostumbramos a llamarle a la prensa “el cuarto poder”. Contra las divisiones básicas en tres poderes, el ejecutivo el legislativo y el judicial, la prensa en general, los medios de comunicación noticiosos en particular, se fueron convirtiendo, desde fines de la Primera Guerra Mundial hasta, prácticamente, principios del siglo XXI, en un poder tan grande como el que tuvo The Washington Post para tumbar a Nixon. O Televisa, para poner a presidentes según sus requerimientos de expansión.