El Papa Benedicto XVI dio la semana pasada, la pista para llevar a cabo la tarea más urgente que tenemos usted y yo: «¿Cómo hablar de Dios en nuestro tiempo?» Lo primero que descartó es que lo podamos hacer desde nuestra (miserable) condición. Por más buen «comunicador» que se sea; por más diplomas que uno haya acumulado; libros que haya leído o jerarquía que tenga en el mundo, si no hablamos desde Jesús de Nazaret, balbuceamos. Continuar leyendo
Dios
Sabiduría de un pobre
He leído de un tirón este bello librito, escrito por el padre franciscano Eloi Leclerc. Es una «puesta al día» de San Francisco de Asís; una metáfora del tipo de decisiones que se tienen que tomar cuando una situación estable se torna gravísima. El caso que sirve de pretexto literario para entrar en el alma de San Francisco es la terrible amenaza de ruptura que sufrió la Orden todavía en vida de su fundador. Continuar leyendo
La lámpara del ciego
Nadie entre nosotros es capaz de predecir la conducta del otro. Es la libertad, don precioso de Dios, la que hace que el humanismo aflore y se afiance. Una historia que leí alguna vez me dio la impresión de que captaba la esencia de la cortesía cristiana –por un lado—y de la insensatez con que nos conducimos –por el otro:
Cada noche el ciego encendía su lámpara de aceite y salía a visitar a sus vecinos y amigos. Continuar leyendo
Fe y futuro
“Quien cree en Cristo tiene futuro”, dijo el Papa Benedicto XVI en el Estadio Olímpico de Berlín, durante una misa multitudinaria en su reciente viaje apostólico a su tierra natal. Lo dijo con la convicción de quien anuncia la luz en medio de las tinieblas. Lo dijo porque sabe que el cristianismo –alma de Europa y de Occidente—se seca en las sociedades contemporáneas. Continuar leyendo
Pastor de hombres
A los ingleses, el Papa Benedicto XVI los ha dejado estupefactos. No sabían quién era, ni cómo era. Lo que funciona en todas partes funcionó en el Reino Unido: la descalificación por adelantado, que es uno de los métodos más tontos de la historia. Porque no entiende nada. Porque no quiere entender nada.
¿Y Dios?
Como en el tsunami que arrasó Sumatra en 2004, muchos periodistas y conductores lanzan preguntas —dizque sarcásticas, dizque sesudas-—como ésta que escuché en la radio: ¿Y dónde estaba Dios el pasado martes 12 de enero, cuando un sismo se cobró más de cien mil vidas en Haití?