Hay pocas condiciones de vida más tristes que las que tienen que enfrentar los refugiados, los desplazados, los que huyen de su tierra. Víctimas del odio, el odio les quita todo.
Durante 2015, la crisis de los refugiados sirios nos explotó en la retina. El pequeño Aylan Kurdi, encontrado ahogado, boca abajo, en las playas de Bordum (Turquía) hizo comprender el tamaño del drama. Y nos dimos cuenta que en el mundo hay 60 millones de desplazados que claman justicia, solidaridad, comprensión y cariño. Continuar leyendo