Cada Navidad recuerdo a monseñor Peñalosa, quien en las tres últimas de su vida me envió inéditos para publicarlos en El Observador. Una de esas hermosísimas colaboraciones (él murió en San Luis Potosí, en 1999) hablaba de las manos de su madre, haciendo los adornos navideños.
Casi podría oler las manos de la mía en Navidad. La mezcla del heno, del árbol, la ensalada de manzana con apio. Es la fiesta de los niños y de sus mamás, porque es la fiesta de la inocencia y del amor. Continuar leyendo


México tiene un nuevo Presidente. El viejo PRI vuelve a Los Pinos. Muchos dicen que se trata del mismo partido pero de una nueva sociedad. No estoy tan seguro de que esto sea así, aunque quiero creerlo.
Durante mi doctorado en Madrid, tuve un profesor comunista que se burlaba de la Iglesia a troche y moche. Pero cuando llegaba a hablar de Juan XXIII, invariablemente decía que ese Papa si era creyente, porque si no lo fuera, no habría nunca convocado al Concilio Vaticano II. El Papa Juan creía en la Providencia. Y se atrevió a lanzar la iniciativa del concilio no porque fuera un revolucionario, sino porque era profundamente conservador. Sabía muy bien que los verdaderos progresistas son los grandes conservadores: los que ven adelante desde la raíz.
Un día cualquiera, por ejemplo, el pasado martes 13 de noviembre:
Los de mi generación se habrán de acordar de La Familia Telerín, seis niñitos de caricaturas, que cantaban «Vamos a la cama que haya que descansar, para que mañana podamos madrugar…». La caricatura duraba un minuto y la música era del español Antonio Artea, quien fue autor, entre otros temas musicales, de la serie de dibujos animados «Don Quijote de la Mancha». Me viene a la mente esto, pues Artea recientemente murió.
La literatura china me es totalmente ajena. Cuando nombraron al Premio Nobel de este año, el escritor de 57 años Mo Yan, personalmente di vuelta a la página. Como con Gao Xinjang, premiado en el 2000 y cuya obra La montaña del alma me pareció inaccesible, Mo Yan estaba muy lejos de mí. Y digo «estaba» porque una entrevista suya me reveló que es un escritor con el que puedo tener afinidad.
Hace unos cuantos días recibí un mensaje de correo electrónico que captó mi atención desde el principio. Se trataba de ser mexicanos de tiempo completo, adquiriendo productos cuyo código de barras comenzara con el 750.
Acaba de salir un libro mío que lleva por nombre el de este artículo. Lo he hecho junto con Editorial El Arca porque muchos lectores lo pedían; muchos padres de familia que quieren entender lo que pasa en sus casas, con sus hijos, están detrás de estas líneas. Yo mismo y mi mujer, que es la que mejor lucha en contra del secuestro de las pantallas a nuestras familias.