Debido a la inseguridad, los mexicanos hemos cambiado —casi se diría absolutamente— nuestro modo de vida. La cultura, el turismo, la convivencia, las elecciones, todo lo que de ordinario hacíamos con nuestro tiempo de ocio, se ha detenido por miedo.
En México, en el año 2014, los ciudadanos dejamos de realizar al menos 12 actividades cotidianas Continuar leyendo
El apagón analógico que vivirá, en su etapa final, nuestro país ocurre en un año (2015) que el propio Instituto Nacional Electoral ha calificado como el de las elecciones más competidas de la historia.
El debate sobre los alcances y los límites de la libertad de expresión tuvo que ser con sangre. El asesinato de caricaturistas y redactores de “Charlie Hebdo” abrió la caja de Pandora occidental sobre temas que van desde la tolerancia hasta el renuevo de la doctrina de “la solución final”. La mega marcha del fin de semana pasado en Europa puso el derecho fundamental de la libre expresión de las ideas en el punto más alto. Con una salvedad: lo que el semanario satírico francés difunde no son ideas, sino caricaturas y burlas. Difunde ácido corrosivo que toca a todos y ofende a muchos en su dignidad.
Ser periodista en México es más peligroso, incluso, que ser cura (en 2014 México encabezó, una vez más, la lista negra de asesinatos de sacerdotes en el mundo, con cinco).
Un fenómeno, anteriormente callado, silenciado por el poder político, aliado insustituible del poder mediático en México, ha explotado a los ojos de las mayorías: el tema de la migración de niñas, niños y adolescentes a Estados Unidos.
Todos los últimos años, al cierre de los mismos, se ha ido viendo crecer a las grandes cabeceras periodísticas en el ámbito digital. Es una tendencia irreversible, sobre todo porque informarse por Internet ha rebasado —con creces— el hábito de informarse por la televisión, la radio o los periódicos impresos.
Soy un lector asiduo —desde hace muchos años— del novelista francés Patrick Modiano, ganador del premio Nobel de Literatura 2014. Sus libros me seducen desde que leí “Un pedigrí”, el desgarrador relato de su infancia, la muerte de Rudy, su hermano, la ausencia de padre y de madre, la soledad de un niño que tuvo que forjarse en el París de la postguerra.
Antaño, hace apenas un lustro, menos quizás, una estrella seguida por millones de fanáticos —sea de cine o de televisión— tenía que haber hecho una carrera, estudiado en una universidad, haber realizado labores de intendencia, de jala-cables, de manager de piso, de apuntadora, de recogedor de los desperdicios de las pizzas que se comió la tropa tras una jornada de quince horas en el estudio…
Todos los intentos que hayan realizado los gobiernos por confiscar el acceso libre a Internet van camino al fracaso, o a fomentar la inventiva de los internautas. Dos grandes ejemplos —Cuba y China— podrían ilustrar lo que describe el investigador francés Frédéric Martel sobre la censura y que resume buena parte de su reciente libro, Smart (Taurus), sobre Internet.
Google ocupa el primer lugar entre las empresas donde los jóvenes latinoamericanos quisieran trabajar, según la encuesta “Empresa de los Sueños de los Jóvenes 2014”, realizada a 77 mil 840 jóvenes universitarios, que incluye a todos los países del subcontinente. En tanto, Steve Jobs es el líder más admirado por los jóvenes latinoamericanos.