López Velarde (1888-1921) escribió en Suave Patria, estos versos: “Te dará, frente al hambre y al obús, / un higo San Felipe de Jesús”. ¿Qué quería decirle a México este poeta católico? Que la caridad salva (y da de comer al hambriento) y que la santidad (el amor a Dios y al prójimo) es el sendero de la paz.
En “Florecillas de San Felipe de Jesús”, Manuel Romero de Terreros fija la leyenda del higo, la higuera y el primer santo mexicano. Sus padres, Alonso y Antonia, solían decir –en los años mozos de Felipe—que la vieja higuera que había en el jardín de su casa en la Ciudad de México reverdecería cuando el muchacho se convirtiera.
La mañana del 6 de febrero de 1597, al salir Antonia a Misa en San Agustín, encontró la higuera llena de verdor y de higos. Entonces supo que su hijo había alcanzado la santidad. El día previo, en Japón, lo sacrificaron por odio a la fe.
López Velarde recuerda a la Patria que la memoria de sus verdaderos héroes no debe quedar en fecha del calendario, sino penetrar en la raíz de la nación (tan lejana al huachicol, al narcotráfico, a la corrupción de la sociedad y de los políticos) y echar un chorro de luz en las tinieblas por las que pasamos ahora.
Solo hay una tristeza, decía León Bloy: la de no ser santos. Esa tristeza invade a México. Hay que volver a San Felipe, a su alegría. Volver el higo contra el obús; la santidad contra el desprecio. No hay de otra.
Publicado en la edición impresa de El Observador del 3 de febrero de 2019 No.1230