Llega Trump y primero se nos muere Bauman y ahora Todorov. Una desgracia: dos referentes europeos contra los muros y la sociedad líquida que terminan su vida cuando más los necesita el mundo. El mundo de Trump y Le Pen, pero también el de Putin y Maduro.
En su libro Los Abusos de la Memoria (Paidós, 3ª reimpresión, 2008), Todorov señalaba que, tras comprender que la conquista de las tierras y de los hombres pasaba por la conquista de la información y la comunicación, “las tiranías del siglo XX han sistematizado su apropiación de la memoria y han aspirado a controlarla hasta sus rincones más recónditos”.
Las del siglo XXI siguen haciendo lo mismo: con los medios digitales a su alcance, y la capacidad de colonizarlos de una manera insoportable, han contribuido a enviar el mensaje de que “todo comienza ahora”. Es un ardid extraordinariamente complejo, que elimina “las huellas de lo que ha existido” o bien suprime o maquilla los hechos del pasado transformándolos de tal suerte que “las mentiras y las invenciones ocupan el lugar de la realidad”.
Las nuevas modalidades totalitarias ya no tienen que conquistar con la violencia las conciencias de la gente; solamente tienen que prohibir “la búsqueda y difusión de la verdad”. Más aún, de la verdad histórica tanto de sus personas como de sus partidos, de igual manera de sus actuaciones en la vida pública, la mayoría de las veces en sentido contrario de los intereses que simulan defender.
La actual resistencia ante el totalitarismo de izquierdas o derechas —quién lo iba a decir— se llama “memoria del pasado”. El carácter subversivo de la memoria (y también el del olvido, para preservar lo que es justo y bueno para una nación) queda patente cuando uno oye las palabras finales de Todorov en esta disertación sobre los abusos a los que ha sido sometida, justamente, la memoria: “Aquellos que, por una u otra razón, conocen el horror del pasado tienen el deber de alzar su voz contra otro horror, muy presente, que se desarrolla a unos cientos de kilómetros, incluso a unas pocas decenas de metros de sus hogares. Lejos de seguir siendo prisioneros del pasado, lo habremos puesto al servicio del presente, como la memoria —y el olvido— se han de poner al servicio de la justicia”.
Publicado en Siempre!