“Chapo”

chapo1Cuando Hanna Arendt (1906-1975) fue contratada por una publicación estadounidense para cubrir, en Israel, el juicio del nazi Adolf Eichmann, escribió una serie de reportajes que terminaron siendo un libro extenso e interesantísimo sobre lo que Arendt llamó “la banalidad del mal”.

Para Eichmann organizar el traslado de judíos europeos a los campos de concentración, era un trabajo rutinario, algo así como un deber laboral que tenía que llevar a cabo con tranquilidad, certeza, control de calidad y eficacia para entregar la mercancía justo a tiempo. Esa insensibilidad ante el dolor ajeno la llamó Hanna Arendrt como el mal banal; el mal sin la menor importancia.

Leyendo las declaraciones que dicen que hizo en el avión que lo trasladaba de Mazatlán a México, Joaquín Archibaldo Guzmán Loera, alias “el Chapo” –reproducidas por Carlos Loret de Mola en El Universal—uno no puede dejar de recordar a Eichmann. Mató a dos o tres mil personas; cada dos días le llevaban adolescentes de entre 13 y 16 años para que las violara, tuvo 16 hijos con quién sabe cuántas señoras, confundió al cardenal Posadas con algún Arellano Félix y lo roció de balas…, pero él no es un “mugroso” ladrón, como dice que sí es “la Tuta”.

El “Chapo” es una dolorosa metáfora de en lo que se está convirtiendo México. Con astucia, la industria del espectáculo y los medios de comunicación comerciales, avalados por los gobiernos de todos los colores, le han ido robando a nuestra Patria y a sus hijos, los valores que nos distinguían y nos daban identidad. Hoy le cantamos corridos a los desalmados que traen “dos o tres mil” muertos en sus alforjas. El bien, como el mal, es una “opción”. Cada quien elige cuántos mata. Y a qué horas.

Publicado en www.elobservadorenlinea.com