Menudo jaleo se ha armado por la reforma al artículo 24 de la Constitución. Es el que habla de la libertad religiosa. Uno de los 30 derechos humanos fundamentales, que en México aparece como un derecho de segunda división. Nadie lo pela. Y cuando lo pela alguien es para criticar –cómo no—a la Iglesia católica. También a los católicos que defendemos este derecho humano, como válido y necesario para la paz.
El Congreso de Querétaro convirtió esta entidad en la sexta que dice sí a la reforma al 24 constitucional. Hay que decir que se trata de una reforma muy incipiente. Con pinzas se introduce el derecho a expresar la fe (o la no fe) en público y en privado. Pero ahí está, haciéndole sombra a los jacobinos de siempre. Los gritones que salieron ahora con el cuento de que ya se va a exigir el catecismo en las escuelas públicas, junto con otras lindezas de ese tipo.
México se ha convertido en el país del no se puede. Por obra y gracia de diputados, senadores, grupos de presión, lo que hace bien a la sociedad resulta que no es «políticamente correcto». Se posterga y se posterga, hasta que queda en la congeladora legislativa. La semana pasada los diputados queretanos dieron un gran paso. Dijeron que sí se puede lo que sí se puede. Se ganaron la rechifla de algunos medios y las manifestaciones de no pocas ong´s que ven en la reforma el ascenso de la Iglesia a alguna posición de poder (que ni la Iglesia busca ni se la van a dar). ¿Por qué ven eso? Quién sabe.
Lo malo es que lo hicieron porque ya se van (la legislatura termina en este mes de septiembre). Así es esto.
Publicado en El Observador de la Actualidad