Como cada año, en los últimos cinco, después de haber iniciado en Bután como una especie de medición del Producto Interno Bruto de la Felicidad, acaba de ser publicado, en el marco del Día Mundial de la Felicidad (20 de marzo), el “World Happiness Report” (“Reporte Mundial de la Felicidad”).
Respaldado por la Organización de las Naciones Unidas, el Reporte hace un recuento, a partir de siete reactivos —cuidados, libertad, generosidad, honestidad, salud, ingresos y buena gobernanza— de 155 países y mediante los cuales (aunque parezca imposible, pues cada quien tiene una idea diferente de lo que significa “ser feliz”) presenta el ranking medible de felicidad.
En los primeros puestos están los países del Norte de Europa. Concretamente, Noruega en primer lugar (saltó del cuarto al primero en un año), seguido de Dinamarca, Islandia y Suiza, que han sido, durante los últimos cinco años —y ahora— los que encabezan la tabla de la felicidad ciudadana en todo el mundo.
¿Y dónde está México? México se sitúa en un puesto bastante interesante: el puesto 25. Sin embargo, hace un año ocupaba el lugar 21, lo que significa que este fatídico 2016, bajó cuatro puestos, y más aún lo hará en 2017 con la amenaza de la repatriación de millones de mexicanos desde Estados Unidos y la renegociación del Tratado de Libre Comercio.
Por cierto, Estados Unidos ocupa el lugar 14, Alemania el 16 y Brasil el puesto 22. Más abajo, en cuanto a felicidad medible, según este índice, encontramos a Italia (puesto 48), Rusia (49) y Japón (51). Lo cual permite llegar a una conclusión muy diferente a la que propalan los medios al servicio de la idea que el capital es la única fuente de felicidad: que no todo lo que brilla, en efecto, es oro.
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