“Iremos a lugares en donde el Estado no entra” es la consigna de un ambicioso plan que ha lanzado la arquidiócesis de Acapulco, a cuyo frente se encuentra monseñor Carlos Garfias Merlos.
Se trata de un proyecto de acción con el que la Iglesia católica buscará a toda costa evitar que jóvenes sean reclutados como “carne de cañón” por el narcotráfico y el crimen organizado, aprovechándose de la pobreza y de las adicciones, que son frecuentes entre la población de las zonas altas de la inmensa bahía de Acapulco.
Infiltrados en zonas hostiles
Acapulco está situado en el Estado mexicano de Guerrero, uno de los estados con mayores tasas de homicidios de jóvenes en México. De ser uno de los puertos más visitados del mundo por el turismo nacional e internacional, Acapulco ha pasado a ser una de las tres ciudades más violentas de América Latina.
El proyecto consiste en cuadrillas de jóvenes católicos cuya misión es “infiltrarse” en territorios hostiles de al menos doce colonias conflictivas de Acapulco, y ganarse la confianza de los jóvenes en situación de vulnerabilidad o que ya han caído en la droga, para rehabilitarlos de forma integral, desde el Evangelio.
Primero se les dará “terapia psicosocial”. Después, para continuar con su rehabilitación, los jóvenes que quieran rehabilitarse desde Cristo, serán invitados a uno de los nuevos Centros Juveniles de Paz que la arquidiócesis de Acapulco ha establecido en una decena de parroquias de la ciudad en los últimos meses.
Asistencia colombiana
El proyecto fue elaborado con asistencia de la Conferencia del Episcopado Colombiano y la experiencia que tuvo la Iglesia en zonas conflictivas de Bogotá, Barranquilla y Cali.
En su versión mexicana, llevará por título “Centros Integrales de Acompañamiento” y buscará suplir algunos de los principales vacíos sociales en la vida de los jóvenes que habitan en el Acapulco marginal.
“Estamos ayudando en la construcción de una plataforma para la paz que sirva a la feligresía”, dijo el arzobispo de Acapulco, monseñor Carlos Garfias Merlos. “Lo que estamos haciendo es aplicar un modelo colombiano de atención para víctimas y lo que pretendemos con este es dar acompañamiento espiritual, jurídico, psicosocial y pastoral a la gente”.
Con información del periódico Milenio
Publicado en Aleteia