El filósofo Karl Popper escribió alguna vez que “una democracia no puede existir si no se somete a control la televisión”. También, que los trabajadores de la televisión deberían estar sometidos a una evaluación constante, para que fueran conscientes de su papel de educadores sociales, especialmente de los niños. Más aún, Popper reafirmaba la tesis, sostenida en los últimos años de su vida, de que se está guiando a los niños, pero para ser unos depredadores.
La verdadera educación consiste en reducir los niveles de violencia entre los educandos. Y, por tanto, reducirlos en la sociedad: “el punto central en el proceso educativo —dijo Popper— no consiste sólo en enseñar hechos, sino en enseñar cuán importante es la eliminación de la violencia”. Y viendo lo que pasaban en la televisión inglesa de su tiempo, en horas de audiencia infantil, Popper se asombraba no de que hubiera algunos niños émulos de Hitler, sino de que no fueran todos unos Hitler.
¿Quién somete a control democrático la televisión mexicana? Nadie. ¿Quién enseña en la tele y en las aulas, que reducir la violencia es civilizar al mundo? La respuesta es obvia: nadie. Lo que prevalece es la competencia despiadada, el arquetipo del triunfador que se lleva en las espuelas al “débil”. Una de las tramas predilectas de las series infantiles es la de mostrar que los conflictos se resuelven a patadas, como algún diputado por ahí también nos lo mostró en pantalla.
Los maestros nos generan otro bonito ejemplo al oponerse, rompiendo lo que esté enfrente de ellos, a la evaluación, a la reforma, al no trapicheo de las plazas, al no salir del estatus quo que ha llevado a México a ser campeón mundial de lo que, pomposamente, se llama bullying y que no es otra cosa que el método de la violencia contra el débil, el diferente, el menor, el apocado, el tímido y, lo peor, contra el que sí quiere estudiar.
Yo mismo fui víctima de este nefasto sistema de acción en el patio escolar. Los compañeros a los que les daba tirria, eran sensiblemente violentos contra mi persona, porque “sacaba puros dieces”. El acoso se imponía como norma de conducta adecuada, incluso chistosa. La mayor parte de los apodos venía de programas de televisión. Y quienes tenían que parar estos excesos, se reían bonachonamente, como diciendo lo que dicen hoy la mayor parte de los maestros: “mejor que aprendan que el mundo es duro”.
La campaña contra el hostigamiento escolar recientemente emprendida por la SEP —con teléfonos para denuncias y todo el aparato gubernamental archiconocido— fracasará si no se somete a control la televisión. Lo anunció Popper hace más de dos décadas. Y seguimos tan campantes. Poniendo emplastes donde hay hemorragias enormes.
Publicado en Revista Siempre!