Escuela sin miedo

institutojuanpabloiiEl primero y más penetrante de todos los mensajes de Juan Pablo II fue el célebre «no tengan miedo» de abrir las puertas a Jesús y dejarlo penetrar nuestras vidas.  Sonaba bonito.  Pero para unos pocos –desgraciadamente muy pocos—se convirtió en una misión; hacer cosas «imposibles» para el mundo; lanzarse al ruedo, dejar de ser crítico de salón, «cristiano de museo» (que diría el Papa Francisco) y cambiar lo cambiable, sin buscar ganar una medalla, salir en la tele, ser nombrado ciudadano del año, etcétera.

Hace 15 años fui testigo –y quizá hasta algo protagonista—del surgimiento de una escuela «revolucionaria».  La escuela Juan Pablo II en el pueblo de Jurica.  Su motor, Eduardo de la Parra, junto con el consejo directivo, en el que ha estado siempre la familia Parás, tenía una idea muy clara: hay que restituir la escuela parroquial que tanto bien le hizo a México.

¿Cómo?  Recuerdo que Eduardo lo repetía a menudo: «andando el carrito se acomodan los tomates».  Los tomates funcionaron bien hasta ahora.  Educación católica gratuita fue posible mientras no hubo expansión.  La paz que atrajo al pueblo de Jurica la escuela Juan Pablo II merecía ser «exportada» a otras comunidades. Cristo siempre es signo de paz.  Pero también de contradicción. Hacer lo «imposible» genera adhesiones; también recelos.

La escuela enfrenta momentos de cambio.  Son muchos años de tronarse los dedos y de renunciar a abrir nuevos horizontes.  Hoy quieren fomentar la corresponsabilidad con los padres de familia. Es un buen momento para apoyarla. Nunca había visto tan «en vivo» cómo una utopía, rechazada por el pensamiento dominante, diera tan buenos frutos. Es que detrás de ella estaba el beato Juan Pablo II.  A lo mejor es un milagro más para su causa.

Mayores informes en: www.educacionintegral.org

Publicado en El Observador de la Actualidad