La literatura china me es totalmente ajena. Cuando nombraron al Premio Nobel de este año, el escritor de 57 años Mo Yan, personalmente di vuelta a la página. Como con Gao Xinjang, premiado en el 2000 y cuya obra La montaña del alma me pareció inaccesible, Mo Yan estaba muy lejos de mí. Y digo «estaba» porque una entrevista suya me reveló que es un escritor con el que puedo tener afinidad.
En 2010, Mo Yan concedió una entrevista a Phoenix TV, un canal de Hong Kong, en la cual hizo esta confesión: «Personalmente creo que la política del hijo único es una mala política. Si no hubiera habido la política del hijo único, yo habría tenido dos o tres hijos». Y es que el segundo embarazo de su mujer coincidió con su ascenso a oficial en las fuerzas armadas. Otro oficial compañero suyo acababa de ser degradado por tener un segundo hijo: «Temí recibir el mismo castigo, así que decidí no tener más. Si no hubiera sido por mi egoísta ambición, le habría dejado a mi mujer tener un segundo o incluso un tercer niño. Pero empleé un elevadísimo argumento para convencerla de que abortase: debíamos seguir la política del Partido y la política de la nación. Ese aborto se convirtió en una cicatriz perpetua en lo más profundo de mi corazón, se convirtió en una gran sombra en mi corazón».
Mo Yan, en su última novela, cuenta la historia de un ginecólogo rural que se dedica a dar a luz a unos niños y a abortar a otros para ejecutar la política del hijo único… Una política atroz, que muchos alaban porque no viven dentro de ella. O porque les importa más la economía que la vida. O que la libertad.
Publicado en El Observador de la Actualidad