«Ninis» católicos

Es bien conocida, en la jerga actual, la contracción (casi valdría la pena decir «la ocurrencia lingüística») de «los ninis»; aquellos personajes, en su mayoría adolescentes ya creciditos, que «ni» estudian «ni» trabajan: se la pasan de vagos, pues.

Hay muchas justificaciones para entenderlos: las escuelas públicas están saturadas, las privadas son carísimas (porque la ley no las reconoce, menos si son religiosas y, por supuesto, el Estado nos las subvenciona), mientras que los empleos son escasos y bastante malos. Es un círculo vicioso que nadie –parece— tiene ganas de romper.

Pero ése no es el tema. El tema, ahora que entramos de lleno en la Cuaresma, es el «nini» católico. El que ni estudia la fe ni trabaja en algo que tenga que ver con ella. Somos la inmensa mayoría, por desgracia. En México, cuando se rastrea el número de católicos, andamos siempre en la estratósfera. Pero cuando la encuesta baja al nivel del conocimiento de la fe, de la práctica religiosa, la mayor parte de los que nos decimos católicos somos bastante flojos para, simplemente, leer la Biblia (debería ser nuestro libro de cabecera; le dedicamos mil veces más tiempo al celular que a ella). Y si se trata de trabajar en alguna pastoral, en las obras de remodelación del templo, en la misión de Semana Santa, en dar de comer al hambriento, en la catequesis o en el acompañamiento de enfermos, presos, adultos mayores…, le sacamos al bulto: «que lo hagan los curas y las monjas, que para eso están», solemos argumentar. Y tan tranquilos.

Nadie pide que nos volvamos eruditos en la Palabra de Dios. Bueno fuera. Tan sólo que seamos capaces de «dar razones de nuestra fe». Me da la impresión de que, en el fondo, apenas si estamos conformes con la idea de que debemos «dar razones de nuestra fe». Porque, en el fondo, estamos casi convencidos de que nuestra fe «no es racional». Por lo mismo, el trabajo en, con, para la Iglesia nos queda corto: «es para beatas y sacristanes». Las dos cosas son aberraciones del catolicismo mexicano, auspiciadas por toneladas de propaganda anticatólica, de la mofa que de la fe y del trabajo a su favor hacen algunos políticos y algunos medios de comunicación. Pero la culpa es de nosotros, que les hacemos caso.