Una de las obras de caridad es la de confortar a los presos. El sufrimiento de aquellos que, por haber infringido la ley, se encuentran en las cárceles, muchas veces sin razón y sin justicia, solamente puede ser mitigado por la adhesión a Cristo. Es Él quien puede dar sentido al sinsentido de vivir tras las rejas el calvario de la libertad perdida, canjeada por la necesidad, la pasión, el miedo o la ignorancia; por el egoísmo, la lujuria o el vicio.
La historia del cristianismo abunda en hombres y mujeres entregados a este ministerio tan arriesgado como incomprendido: llevar cariño al preso implica bajar un poco al inferno, tentar las tinieblas del mal pero, también, ascender al misterio de la Redención. El ejemplo de san Pedro Nolasco es clarividente de la voluntad que debe haber en el corazón de los cristianos frente a los cautivos.
En el siglo XIII, san Pedro Nolasco, después de haber sido visitado en sueños por la Santísima Virgen de la Merced, decidió fundar la orden de los mercedarios, quienes a los votos de castidad, obediencia y pobreza (bajo la regla de san Agustín), agregaron el cuarto voto de entregarse como rehenes para la liberación de los cautivos si no tenían el dinero necesario para su rescate. En aquel entonces España todavía estaba bajo el dominio de los musulmanes y eran muchos los secuestros de cristianos para ser vendidos como esclavos en países del Medio Oriente.
Los mercedarios de san Pedro Nolasco trazaron el camino del amor al preso. Del verdadero amor al cautivo que es el de estar dispuestos a dar la vida por él. Hoy un ejército de religiosas y religiosos, de laicos y de movimientos de seglares, han tomado la estafeta de los mercedarios y llevan alegría, esperanza, fe y amor a los espacios donde la sociedad confina a quienes han actuado mal. Son los modernos pedros nolascos: católicos de primera línea que cumplen sin aspavientos una de las más duras obras de caridad. La doctrina social de la Iglesia se hace creíble por su testimonio. Testimonio luminoso no obstante se despliegue en la catacumba del horror. Aprendamos de ellas y de ellos el significado profundo de ser testigos.