¿Hay algo para celebrar?

(Primera de dos partes) / La estrategia de gobierno federal ha sido muy discutida. Para mí, bastante deficiente. Echar relajo nunca ha sido una forma propia de tender puentes con el pasado. Mucho menos cuando esos puentes tienen una clara definición de legitimar un partido político.

La misma idea de “celebración” choca con la historia del México independiente. ¿Dónde se nos torció la Patria? En los primeros años, de 1821 a 1824, cuando intentamos organizarnos como República, habiendo pasado por el Imperio y por la insensatez de las facciones en pugna. La primera de las sesiones del Congreso, tras la consumación de la Independencia, en lugar de mirar por los asuntos de la economía (el país estaba en bancarrota), dedicó sus afanes a revisar cómo subir los salarios de la tropa y a crear la Orden de Guadalupe, para premiar los méritos de campaña.

Desde los primeros días Santa-Anna se dedicó a conspirar, Iturbide a suspirar, Guerrero a confabular, el embajador de Estados Unidos (el inefable Joel R. Ponsett) a desestabilizar, los yorquinos a penetrar las estructuras de poder… y el pueblo, a sufrir aún más las inclemencias de la pobreza. Luego vinieron los levantamientos, los planes (el de la Casa Mata el primero, para derribar a Iturbide), las sublevaciones (La Acodada), los intentos de reconquista (Isidro Barradas), los levantamientos populares (El Parián) y las separaciones (la primera, la de toda Centroamérica; la siguiente, la de Texas). En lugar de pensar en la unidad, desde el principio, se pensó en la lucha. Y seguimos enconados en hacer que alguien ocupe la silla en oposición a otro alguien.

La comunicación gubernamental del Bicentenario ha sido un muestrario de que los procesos reflexivos no tienen cabida en el momento de echar las campanas a vuelo. Por eso no ha prendido entre la gente. No son tiempos de celebraciones sino de buscar, bajo todos los aspectos posibles, la unidad. México nació desunido. Ni siquiera los españoles, en trescientos años de dominio, nos hicieron trabajar como un conjunto. Se nos fue Centroamérica (por poco y se nos va Chiapas); se nos fue Texas, luego de la invasión estadounidense, se nos fueron Nuevo México, Arizona y la Alta California. Seguimos reclamándonos unos a otros por acontecimiento de hace 170, 180 años. ¿Es ése el orgullo de ser mexicanos?

Publicado en Revista Siempre!