A partir del pasado lunes 25 de enero comenzó a emitirse una serie de debates en los que, a lo largo del año del bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución, este 2010, intervendrán cerca de 500 especialistas de diversas disciplinas para enfrentar esa complejidad cultural mestiza que llamamos México.
Bajo el nombre Discutamos México 2010 —que parecería más bien un programa de trabajo destinado a lograr un nuevo concepto de identidad— en radio y televisión se habrán de abrir polémicas literarias, políticas, sociológicas, religiosas e históricas sobre nuestro país. Serán 150 programas para analizar 200 años de vida independiente, mismos que se transmitirán en Radio Educación, las estaciones del Instituto Mexicano de la Radio, el Canal 11, el Canal 22 y la Red de Edusat.
La presentación oficial contó con la presencia del presidente Calderón, del secretario Lujambio, de Consuelo Sáizar y de don Miguel León-Portilla, como representante de la comunidad de historiadores e intelectuales que han pugnado por la resolución del diálogo íntimo del pasado indígena con la presencia cultural latina (hispana) en nuestra Patria. Sus palabras deben de haber cortado el aliento a más de un optimista: “Más que discutir se debe criticar la situación del país (…), por ejemplo en Chiapas, que tiene más de 200 kilómetros de costas, cerca de 70 mil kilómetros de extensión, dos grandes ríos, bosques y selvas y es el Estado con mayor energía eléctrica, los pobres indios que ahí viven, nada más no se benefician de todo eso”.
Lo mismo sucede con un país que está dentro de las primeras economías del mundo (en números absolutos) y es una de las naciones con mayor desigualdad del planeta, si no es que la más desequilibrada. En el fondo, la petición de don Miguel León-Portilla es que, aprovechando el pretexto de las conmemoraciones, nos pongamos, en serio, a trabajar en soldar los pedazos de identidad que traemos colgando como espantajos del pasado y que no nos han dejado crecer como una cultura mestiza, diferenciada, singular y, al mismo tiempo, rica en matices y en solidaridad con el otro.
La pregunta es si la televisión y la radio gubernamentales —que no públicas— son los escaparates para que esta discusión que hoy se anuncia con bombo y platillo sea, realmente, efectiva. Son los medios con que contamos, pero no son los idóneos. Mucho me temo que la serie —interesante en su planteamiento, seguro que profunda en sus análisis— vaya a quedarse en la memoria de dos o tres y en proyecto de coyuntura. La discusión debe ocupar muchos otros espacios. Y, a la larga, nos podría llevar a cambiar ámbitos específicos de nuestra realidad, como la educación o la propia televisión. Pero esos ámbitos “ya tienen dueños”. Y los dueños son amigos del gobierno. De éste y de los que vienen.
Publicado en revista Siempre!