Dos cosas me parecen grandes de José Emilio Pacheco: su obra literaria y su modestia. Por eso la concesión del Premio Cervantes 2009 ha sido bien recibida en todos lados. Porque se trata de un autor en el viejo estilo de la palabra: alguien que habla por la calidad de lo que ha escrito y no uno que cabildea a través de los medios y se hace de fama porque sale en la tele.
Es más, José Emilio Pacheco tiene a la TV como uno de los principales enemigos del idioma español que él domina como pocos escritores vivos lo hacen: con soltura, profundidad, belleza. El año pasado, en Gijón, José Emilio acusó a la televisión de romper con la gramática del castellano, hecho que calificó de “muy grave”.
Y, en efecto, lo es. Porque ha minado la forma tradicional de la escritura en español y la ha vuelto un sancocho en el que cabe todo menos lo que es correcto. Pacheco decía en Gijón que la televisión “fue el peor enemigo de la lengua española porque ha roto con la gramática del castellano y se ha olvidado de respetar la concordancia”.
La concordancia es fundamental en el respeto del idioma, de nuestra casa común. Que las palabras signifiquen y tengan un sentido definido, una relación con aquello que designan, es el principio de la comunicación efectiva. En la televisión, que un conductor confunda la velocidad con el tocino suele pasar desapercibido. Se inventan palabras, se inventan sinónimos, antónimos, parónimos sin el menor conocimiento del lenguaje; se pronuncian frases descoyuntadas para describir una jugada en el campo de pelota, un acontecimiento político, una pasión de telenovela.
El español no está en riesgo por los regionalismos lingüísticos o por las reivindicaciones autonómicas, como las que hay en España. Tampoco por el avance del inglés como lengua común o por la baja calidad de la educación que, de ordinario, se recibe en las escuelas básicas de México o de cualquier otro país de Iberoamérica; está en riesgo —piensa José Emilio Pacheco— por el lenguaje utilizado en los estudios televisivos. Es ahí donde se verifica la más grave embestida al idioma que Cervantes contribuyó a fijar y a darle un esplendor de primer orden en el concierto de las lenguas históricas.
Pacheco es un dignísimo depositario del Cervantes. Como el genio de Alcalá de Henares, nuestro José Emilio ha emprendido una “batalla en el desierto” por conservar y acrecentar el idioma español contra aquellos poderosos batanes, gigantes y cabezudos que lo quieren convertir en un amasijo de sonidos guturales, sin armonía, en una lengua utilitaria, exangüe, parasitaria del inglés.