En América Latina en general y en México en particular, matar periodistas parece ser ya un deporte normal para el crimen organizado. Según las estadísticas de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), ocho periodistas fueron asesinados en los últimos seis meses en México y 53 perdieron la vida entre 2000 y 2009. Seis asesinatos por año, en promedio.
Las agresiones a los comunicadores en México van en aumento, de la mano de la impunidad. Cazar periodistas incómodos, en especial aquellos que se “meten” con el narcotráfico, suele ser una “aventura” exenta de riesgos. El sicario puede meterse hasta la redacción del periódico, disparar a quemarropa y salir silbando una melodía, que nadie lo va a pescar. Mucho menos las “autoridades de justicia”, que para la omisión son campeonas.
¿Qué acarrea esta mortandad? El miedo y la autocensura. Desde luego que eso es lo que buscan los gatilleros. Que los dejen en paz seguir envenenando a la sociedad; que los dejen “trabajar” y que los periódicos, los noticiarios de radio y televisión se dediquen a censurar políticos, empresarios o a dar recetas de cocina. El narcotráfico se ha adueñado también de la opinión, no pagándola, como muchos piensan, sino de una manera más simple y más brutal: eliminando a quienes pudieran hacerle sombra.
Nombres como los de Alfredo Jiménez Mota, Carlos Ortega Samper, Eliseo Barrón Hernández, Martín Javier Miranda Avilés, Ernesto Montáñez Valdivia, Juan Daniel Martínez Gil, Norberto Miranda Madrid, Fabián Ramírez López y Bladimir Antuna García, figuran en la lista del oprobio. Ellos han caído por las balas del horror y casi enteramente olvidados por la sociedad y por el Estado.
Ambos, sociedad y Estado, deberían movilizarse para proteger a quien se juega el pellejo por informar de la amenaza que representa para México el narcotráfico. No es que se trate de seres de excepción, son mexicanos comunes y corrientes, pero están dedicados a una tarea delicadísima: dar a conocer, muchas veces en el ámbito eminentemente local, los avances de la corrupción, los tentáculos de la cabeza de la hidra que es el narco. Sin ellos viviríamos en la ingenuidad, pensando que todo marcha sobre ruedas y viendo caer a nuestros jóvenes con extrañeza.
Algo más: según alerta la SIP, la actual legislatura mexicana no tiene “la misma voluntad política que la anterior” pues ha propuesto la eliminación de la Comisión Especial para dar Seguimiento a las Agresiones a Periodistas y Medios de Comunicación. No sé si de algo haya servido esa Comisión Especial. Pero es una pésima señal eliminarla. Los periodistas mexicanos estarán todavía más solos frente a las balas del horror.
Publicado en SIEMPRE! 15 noviembre 2009 No. 2944