Las elecciones “intermedias” han suscitado una avalancha de anuncios que en nada contribuyen al desarrollo democrático que necesita el país, y en mucho van a ser causantes del desánimo que ya se vislumbra entre los votantes del próximo 5 de julio.
Los millones de anuncios disparados por el IFE (y pagados con dinero público) han despertado la “creatividad” de los partidos y han sumido al público en un sopor de siesta de verano. Por lo demás, la “creatividad” partidista ha centrado sus baterías en el peor de los pretextos comunicativos: el ataque al contrario.
Si antes apenas había ideas en las campañas, ahora las han retirado del aire. Lo que ha quedado es una indigesta cantidad de denuestos y de alegatos sobre si tal violó la ley o sobre si cual está impedido de burlarse en You Tube de un gobernador… En medio de esta nada, la decepción del ciudadano: por más esfuerzos que haga el IFE o los institutos electorales locales por llevarlo a votar, muchos no van a hacer caso. Ya están hartos de guerra sucia: quieren soluciones, no mentadas de madre.
Desde luego es temporada para que salgan a la luz (¿inspirados por quién?) libros reveladores, entrevistas que provocan el caos, iluminados que desean hoy (justamente hoy) ajustar cuentas y sacar la mugre que ellos mismos acumularon debajo de la alfombra con la que se cubre la impunidad política en México. A medida que se acerque la fecha electoral habrá más revelaciones, más descalificaciones, más suciedad volando por el espacio mediático nacional.
El ruido se ha superpuesto a la realidad. Es al ruido al que el público debe hacerle caso, no a la realidad lacerante que viven 60 millones de personas en este país. Es a Ahumada, a Salinas, a de la Madrid, a Manlio, Beatriz, Germán o Jesús; es al “chupacabras” y a los conflictos entre la gobernadora de Zacatecas y la familia Monreal a quienes se debe atender. Pues eso es la política comunicada en México. A eso la han llevado quienes cobran de ella. Y cobran mucho.
Alguien dijo alguna vez que la nueva revolución de la publicidad, después de que los jabones han servido para tantas cosas, desde hacer la piel de porcelana hasta detener la vejez, sería anunciar un jabón que “solamente” sirviera para lavar el cuerpo. Lo mismo creo que puede decirse de la publicidad política (antes le llamaban propaganda porque propalaba programa políticos, alguna ideología): en el momento que un candidato diga: voy a cumplir con la ley y a trabajar para tratar de resolver tres o cuatro problemas urgentes de mis representados, podría ganar con holgura el puesto.
Ya sé que nadie le va a entrar a una propuesta de tanta claridad. Porque en política mexicana, dice el viejo adagio, miente, miente, que algo queda. Y ese “algo” puede ser una jugosa curul.
Publicado en la revista Siempre! (4 de junio de 2009 Núm.2920)