La presión de la sociedad civil es un elemento que puede cambiar la historia; más aún, la historia de las acciones políticas a favor de la vida y la familia. Los candidatos a puestos de elección popular deben tomar en cuenta los intereses de la sociedad para incorporarlos en sus planes y programas de gobierno o en su proyecto legislativo.
Corresponde a la sociedad darle seguimiento a sus propuestas y no nada más expresar su voluntad en la urna. La convicción democrática nos exige ser solidarios de tiempo completo. El voto tiene pies y debe caminar junto con los funcionarios públicos. Con vista a las próximas elecciones, los católicos tenemos Cuatro valores no negociables (tomados del «Manifiesto de los valores no-negociables» en la elecciones europeas de 2009) que debemos empujar en todas las agendas políticas:
1. Vida. -La persona es sagrada e inviolable, desde la concepción hasta la muerte natural
2. Familia.- La familia nace del compromiso conyugal. El matrimonio es un voto, en el que el hombre y la mujer hacen donación de sí mismos y se comprometen a la procreación y el cuidado de los hijos
3. Libertad de enseñanza.- Los padres tienen el derecho y el deber de educar a sus hijos. Son ellos —no el Estado, ni los empresarios educativos, ni los profesores— los titulares de ese derecho.
4. Bien común.- El Estado está al servicio de la sociedad y no al revés. El papel de la autoridad es ordenar la comunidad política no según la voluntad del partido mayoritario sino atendiendo a los fines de la misma, buscando la perfección de cada persona, aplicando el principio de subsidiaridad y protegiendo al más débil del más fuerte
Hay que firmar un compromiso de defensa de estos cuatro valores no-negociables, de los que se desprenderían las políticas públicas con perspectiva de vida, de familia y de bien común. Sería un paso sencillo, pero un salto gigantesco. Es lo que Dios quiere. Y es lo que no quieren los partidos políticos. Hay que hacer que lo quieran.
Mi querido Jaime; me llegó un artículo sobre la pareja que quisiera compartir:
CUIDA A TU PAREJA
Por el Padre Ricardo Búlmez.
Voy a decir algo que con seguridad va a molestar a muchos, pero que cuando se los explique les va a molestar más, y es que a veces cuidamos más lo seguro que tenemos, que lo inseguro.
Me explico: yo siempre digo, no cuides tanto a tu familia, cuida a tu pareja y la gente se sorprende.
¿Pero como que no voy a cuidar mucho a mi familia? ¡Es mi familia! Y no, tu familia, que es tu familia, está segura, es tu familia, nunca se pierde. ¿Ustedes han oído decir a alguien: “Allí va mi ex hijo, allí va mi ex padre”? No, ¿verdad? Pero han oído mucho “allí va mi ex pareja”. Entre los padres, los hijos, los hermanos, la familia, lo más seguro que se tiene, no hay ex. Ellos están allí y por muchos años que duren sin verse, por mucho tiempo que tarden en escribirse o en hablarse, ellos están allí.
Usted no puede decir: “aquella señora que va pasando por allí fue mi madre por 35 años”. Ella está allí, ella está segura. Y es más, les voy a decir otra cosa, de todos los amores, que es tender lazos, de todos los puentes, el amor más débil que existe es el de pareja. En una pareja no hay nada. Por eso hay que darlo todo, para quedarse con algo.
Tener una pareja es como cuidar una flor. Si una flor no se riega, se muere, y si se riega mucho, también. Hay que ser un artista para cuidar una flor. Yo no sé cuidar flores, por eso soy cura. Por eso, el amor de padre, de madre y de hijo es como tener un cují coriano, nadie los riega, pero está ahí. Eso que llamamos amor eterno se da en papá, en mamá, en un hijo, y en los amigos, que también puede ser un amor eterno. Pero en una pareja es un amor diario, tiene que cuidarse todos los días.
Tengo un hermano en los Estados Unidos que se fue hace más de diez años y duré más de diez años sin hablarle. Nunca le llamé, y puedo decirlo que hasta por descuido. Siempre sabía de él por mamá, y cuando vino por primera vez desde que se había ido, lo fui a buscar al aeropuerto, y cuando nos vimos el abrazo fue tan fuerte que lloramos de emoción. Allí estábamos.
Pero vete de tu pareja diez años a ver qué encuentras. Eso es lo que dice que el amor de pareja es amor de todos los días. Yo puedo hablar con mi mamá cada semana, una vez a la semana, pero si tuviera pareja la estuviera llamando a cada momento. Y no es que sea bueno o malo, es que el amor es así. No se quiere a nadie más por no querer al otro.
Por ejemplo, yo comparo el amor de aquellas parejas que por alguna circunstancia del destino tienen un hijo discapacitado. No es que no quieran a los otros, pero ellos están seguros. De aquél tienen que estar más pendientes, porque se puede caer, porque a lo mejor no come solo. En cambio, los otros están y los quieren igual, y saben que están ahí. Si tengo una pareja, ese es el amor discapacitado. De ese tengo que estar más pendiente porque necesita más.
El amor de madre es independiente, el amor de pareja es dependiente. Ella depende de mí y yo dependo de ella. Estamos unidos “hasta que la muerte nos separe”, pero el amor que nos debemos es como el amor de un hijo discapacitado.
Quien tenga esa hermosa Flor, ya saben lo que tienen que hacer, regarla todos los días para que siempre este fresca y radiante y se mantenga ahí, hasta que Dios decida llevársela de este mundo, y los que no, no dejemos de tener Fe de que Dios nos regalara nuevamente una flor para nuestro Jardín.
Dios los sigue bendiciendo, o acaso aún no se han dado cuenta?