Una carta al corazón

El Papa Benedicto XVI ha dado una lección de historia, de caridad y de amor en la Carta a los obispos de la Iglesia católica sobre la remisión de la excomunión de los cuatro obispos consagrados por el arzobispo Lefebvre. La prensa anticatólica (que es mucha y muy rijosa) ha calificado la misiva como un «echarse para atrás» del romano pontífice ante las críticas que desató la remisión de la excomunión a los cuatro «lefebvristas», en especial a monseñor Williamson, quien negaba el Holocausto judío en la Segunda Guerra Mundial.

Nada más alejado de la realidad. Se trata de una Carta en la que el Papa pide disculpas, asume la responsabilidad de algo que él no sabía (la entrevista, difundida por internet en la que Williamson decía que no había habido cámaras de gas en los campos de exterminio nazi y que en lugar de seis millones de judíos habrían muerto 200 o 300 mil) y exige que, por encima de todo, se siga trabajando (él mismo lo hace sin descanso) por la paz y la unidad de la Iglesia, por el diálogo interreligioso y por el ecumenismo. Porque Dios pide actos de misericordia, no proclamas políticas…

El gesto del Papa de levantarle la excomunión a estos cuatro obispos conservadores, que no consideran válido el concilio Vaticano II, etcétera, fue eso: un acto de misericordia. Pero la prensa (ávida de escándalo) lo interpretó como una agresión a los judíos de un Papa alemán, como una negación al Vaticano II y como una muestra del «conservadurismo» de Joseph Ratzinger. Y eso le dolió, profundamente, al Papa. Que un acto de misericordia se convirtiera en un acto «de odio» es una monstruosidad. Y lo peor: el ataque no solamente vino de afuera, sino también de dentro de la Iglesia católica.

Pero la humildad es invencible, como decía Bernanos. Y el Papa ha dejado en esta Carta un inolvidable mensaje de humildad que se resume así: no puedo prever que la prensa sea tan descarada, pero sí debo, como Iglesia, como católico, decir la verdad. Y la verdad es que el gesto de remisión de la excomunión a los lefebvristas evitó un cisma en la Iglesia. Es más importante actuar por el bien, aunque nos expongamos, a actuar con la «astucia» del mundo. Quien tenga oídos, que oiga.