No me enlisto en las filas de los que creen que lo que le pasa a la selección mexicana es reflejo de lo que le pasa a la sociedad mexicana. En todo caso, la situación lamentable del representativo nacional es solamente un reflejo doble: de la venalidad de nuestros gobiernos (todos los colores incluidos) y de la corrupción de nuestras televisoras.
Podríamos poner un tercer elemento en este desastre: lo pazguatos que somos. Continuar leyendo
¿Tiene derecho a réplica un espectador de un programa de televisión que se siente ofendido en su dignidad por algún mensaje denigrante, excluyente, intimidatorio, mentiroso, racista, sexista, etcétera? “Por supuesto que la tiene”, dirían los concesionarios, los publicistas, los locutores: “que le cambie de canal…”. Es la respuesta típica de un sector privilegiado de la industria a quien el gobierno —sea rojo, verde o amarillo— no toca ni con el pétalo discreto y relajado de una reforma.
Que la televisión mexicana es importante para el control político del país lo atestigua el número tan abultado de legisladores de las dos Cámaras que están ligados a Televisa y Televisión Azteca. El neologismo “Telebancada” es adecuado: se trata de, al menos, dieciséis participantes de la XLII Legislatura que van a empujar temas que tienen que ver con los intereses del llamado “duopolio” televisivo en México. El PRI y su aliado en las últimas elecciones, son los partidos que llevan la voz cantante de los gigantes de la TV en México. 

