Los principales enemigos del cristianismo —dice Peter Kreeft en uno de los libros más interesantes que he leído estos últimos años, How to win the culture war (Como ganar la guerra de la cultura)— no son ni los liberales ateos, ni los que persiguen a los creyentes; bueno, ni siquiera los propios cristianos light. Los principales enemigos del cristianismo son el demonio y el pecado.