Mirada en la perspectiva del tiempo, la diócesis de Querétaro podría decirse que es una diócesis amiga de sí misma; lo que los antiguos griegos pensaban que era la conciencia. Se trata de una diócesis con una profunda conciencia de su singularidad. Y, por lo tanto, de su propia misión.
Tras siglo y medio de existir, los nueve obispos que le ha donado el Espíritu Santo (y los papas, desde Pío IX hasta Benedicto XVI), se han esforzado por adoptar la esencia de lo queretano a su labor pastoral. Continuar leyendo