El primero de todos los mandamientos de la sociedad cristiana es no ceder al mal, no dejarse vencer por él. Buscar los medios para convertirlo en bien. Se dice fácil. Pero no lo es. Requiere mucho sacrificio y mucha participación de todos. Y cuando se dice de todos, se dice, justamente eso: nadie puede justificarse aduciendo «que a mí no me toca, que lo haga el gobierno, que lo hagan los ricos, que lo hagan los policías, los soldados, los familiares de la víctimas…». Continuar leyendo