Una de las cuestiones que se ha dejado de lado en la “nueva” concepción de la educación en México es lo que nuestros antepasados consideraban importantísimo: la enseñanza de la lengua materna. Asomarse al siglo XIX, a la primera parte del siglo XX, es asomarse a un dominio del lenguaje muy diferente al de hoy.
Ya se sabe que cada lengua es un universo. Y que habitar en ella es tanto como habitar toda una serie de referencias que nos invitan a nombrar y a intervenir en el mundo. Sin palabra asumida no hay pensamiento. Y sin pensamiento no hay cultura. Continuar leyendo