La carta del Papa Benedicto XVI a la Iglesia de Irlanda hará historia. Por varias razones, principalmente, por la valentía de un pontífice que —por amor— se ha atrevido a decir las cosas por su nombre. En la hora de la verdad, Benedicto XVI no duda un segundo en afirmar que los actos cometidos por algunos sacerdotes en Irlanda son crímenes abominables, ante Dios y ante los hombres. Así, sin rodeos, directo, contundente.