El otro día leí la opinión de un señor que, diciéndose ateo, nos reclamaba a los católicos por la falta de inteligencia para cuestionar «dogmas pasados de moda», como el celibato sacerdotal o la prohibición del divorcio. En la época en que todo se cuestiona, nosotros permanecemos sumisos: si todo el mundo lo hace y la Iglesia lo prohíbe, lo que está de más es la Iglesia, decía este señor.