¿Tiene derecho a réplica un espectador de un programa de televisión que se siente ofendido en su dignidad por algún mensaje denigrante, excluyente, intimidatorio, mentiroso, racista, sexista, etcétera? “Por supuesto que la tiene”, dirían los concesionarios, los publicistas, los locutores: “que le cambie de canal…”. Es la respuesta típica de un sector privilegiado de la industria a quien el gobierno —sea rojo, verde o amarillo— no toca ni con el pétalo discreto y relajado de una reforma. Continuar leyendo