En el transcurso de la vida –a veces con violencia, a veces con necedad—rehúyo al mero compromiso con otro. Más aún si se trata de hablarle de Dios. Un súbito temor al ¿qué dirá? me invade. Tartamudo, cohibido, parloteo acerca del tiempo, del futbol, de lo mal que está la reforma hacendaria…
Soy de «los de Jonás», como nos apodó el Papa Francisco. Pero de Jonás antes del vientre de la ballena. Cuando el Señor lo mandó a Nínive y Jonás se fue para España, o para quién sabe dónde. Continuar leyendo