Un par de «novedades» del cristianismo fueron la introducción en la vida cotidiana del martirio y la virginidad. Ambos regalos de Dios, no merecidos aunque sí deseados. Santa María Goretti, quien falleció el 6 de julio de 1902, tras recibir catorce puñaladas de su agresor, Alessandro Serenelli, por haberse negado el día anterior a entregarle su cuerpecito de apenas doce años de edad, conjunta ambos testimonios al amanecer del trágico siglo XX. Continuar leyendo