No una, muchas personas que me rodean, me han “recomendado con urgencia” que baje el sistema de mensajería instantánea llamado WhatsApp? Es buenísimo, me dicen. Y te quitas de pagos, cargos y puedes conversar a tope. Prefiero pagar, les contesto. Además, ni me interesa sostener otro tipo de conversaciones que no sean las conversaciones cara a cara que me hacen llevadero el día. Eso aprendí en mis clases de Comunicación Interpersonal. Lo cálido del mirar al otro… Y sigo hasta que el que me lo recomendaba se cansa y se va a otro lado, a seguir charlando con sus amigos.
Resulta que tengo razón. Los mensajes y los archivos compartidos por medio de WhatsApp? pueden ser “jaqueados” y usados por un listillo en cualquier momento. Y quedar nuestras intimidades al aire. La protección informática de estas redes de intercomunicación es bastante débil. Todos se fijan en lo instantáneo y lo barato de contar con un sistema de mensaje como éste; pero muy poco les preocupa el verdadero botín de datos personales que le pueden estar dando a un maloso. Los dueños del sistema han hecho esfuerzos por incrementar la seguridad. Pero son superados por los vivales de la red. Algunos, la mayoría, contratados para vender cosas que coincidan con los gustos y los movimientos cotidianos de los usuarios; otros, una peligrosa minoría, para hacer daño. Habría, por lo demás, que echarle un vistazo al cúmulo de posibilidades que hay ya en el mercado para espira WhatsApp? Como para quitar la confianza de andar mandando fotos, videos de cómo me voy a vestir esta noche o los recuerdos de la jornada de ayer.
Hace pocos días, una concejal socialista de un pueblecito de Toledo, en España, tuvo que renunciar a su cargo tras de que alguien le jaqueara un video erótico suyo, mandado por su teléfono inteligente al otro protagonista del encuentro sexual. Fue difundido por un correo electrónico y ahora toda la provincia conoce sus partes pudendas y sus aficiones de cama. Es una de las muchas anécdotas que corren en estos días. Que se pueden multiplicar por millones y que dejan al descubierto una imprudencia que traemos todos encima: la de no buscarle tres pies al gato ni a la “nube”, ni a las redes sociales, ni a dejar rastros concretos de intimidad en cada una de las operaciones de comunicación que hacemos usando estas nuevas técnicas de texto, video y audio impuestas en los teléfonos (la fiebre de Iphone 5 a días de su desembarco en los mercados, es testigo del desatino con el que estamos enfrentando a los teléfonos inteligentes).
En esencia, es la confianza infantil que depositamos en la tecnología. Toda es buena, toda ayuda, toda es progreso y bienestar. Es el cuento que nos venden. Y que nos tragamos sin masticar.
Publicado en Revista Siempre!