El mensaje del Santo Padre Benedicto XVI para esta Jornada Mundial de la Paz no puede ser más claro: la libertad religiosa es el camino de la paz; si no se respeta el derecho humano universal a profesar —en público y en privado— la creencia religiosa de cada uno, el equilibrio de la humanidad está en peligro inminente de romperse. Y el cristiano es, hoy por hoy, el creyente más perseguido de todos.
La paz que necesita el mundo es una paz con justicia. Y si el referente de la justicia no es Dios, es decir, si la justicia se aviene al criterio del momento, al criterio de la novedad, al criterio de lo «políticamente correcto», cien veces contra una la justicia va a fallar en contra del más débil, del marginado, del pobre, del relegado. El Papa, en su mensaje, recuerda que el hombre necesita a Dios; si al hombre le cierran la vía que conduce a Él —peor aún si se le persigue, amedrenta o incluso se le mata por expresar esa necesidad—, la violencia está servida.
Este 2011 es decisivo para que la paz se vuelva más que un eslogan en México y en el mundo. Exige acciones concretas. La primera de ellas nace de nuestro propio corazón. Para los cristianos, nace del encuentro con Cristo. Un encuentro verdadero, no dominical ni a hurtadillas. Pues si la solidaridad humana salva, la solidaridad con Cristo salva también, y además redime. Es la presencia de Cristo en la intimidad de cada uno, en la vida cotidiana, la que va a poner las bases de un nuevo amanecer, de una primavera del amor por la cual suspiramos todos en nuestro querido país, en nuestro mundo entrañable.
Hace poco, comentando con mi familia las condiciones del amanecer de la civilización del amor, aventuraba una hipótesis que quizá sea descabellada pero que me parece una hipótesis muy digna de ser tomada en cuenta: para mí, la crisis por la que atraviesa México (como reflejo de la crisis mundial) es una crisis de fidelidad a los principios del humanismo cristiano, es decir, de fidelidad al respeto básico de la dignidad del otro. Sin ese respeto —por ejemplo, a su creencia religiosa— la paz estará siempre amenazada. Porque la religión es amor. Porque Dios es amor.