Un año cargado de paradojas

Tal vez 2016 sea recordado, en los medios de comunicación, como el año de las paradojas. Lo que se anunciaba que se iba cumplir, no se cumplió. Y lo que se anunciaba como imposible, se volvió posible. La realidad, la tozuda realidad, se ha impuesto, finalmente, a las predicciones y propuestas de los grandes medios y de los gobiernos.

Por principio de cuentas está el ejercicio de salida de Gran Bretaña de la Unión Europea: el “Brexit”. Nadie creía, mucho menos el primer ministro David Cameron, que fuera a triunfar el no a seguir unidos con Europa continental. Todo estaba preparado para seguir. Y de pronto el gozo se fue al pozo. No hubo una encuesta que le atinara al resultado del referéndum.

Lo mismo sucedió en Colombia, con los acuerdos de paz entre el gobierno y las FARC. Tras el encontronazo entre los del no, comandados por el ex presidente Álvaro Uribe, y los del sí a los acuerdos, comandados por el actual presidente Juan Manuel Santos (Premio Nobel de la Paz 2016), la guerrilla y el gobierno han encontrado una vía constitucional diferente. Pero las encuestas y los sabios de la sociología, de nueva cuenta, fallaron.

Otra gran paradoja de este año que ya declina (por cierto, con nubarrones grises en el horizonte) fue el triunfo en las elecciones de Estados Unidos el 8 de noviembre de Donald J. Trump, quien a partir del 20 de enero del próximo año, a sus 70 de edad y habiendo hecho una de las campañas más desastrosas que se hayan producido en la Unión Americana, será el presidente número 45 de la nación más poderosa del planeta. Nadie —ni siquiera los republicanos— creía que este hombre podría llegar a la Casa Blanca. Pero, aún perdiendo por dos millones de votos las elecciones (en los votos populares), ganó los votos electorales necesarios para triunfar sobre Hillary Clinton.

Y aquí siguen las paradojas. Que Rusia (o la ex Unión Soviética) intentara desestabilizar a Estados Unidos era una cosa sabida. Pero que el presidente ruso —y un equipo de expertos en la intromisión en las computadoras— hiciera perder a un candidato apoyando con tecnología, espionaje y mentiras a otro candidato (en este caso el apoyo de Putin a Trump y en contra de Hillary) es algo que a los viejos republicanos debe tener seriamente preocupados. Porque los demócratas, con Obama y Clinton a la cabeza, lo que están es furiosos.

Otro hecho fundamental —y otra grande paradoja— fue la muerte de Fidel Castro Ruz. La prensa de todo el mundo había especulado sobre la inminente revuelta que este acontecimiento desataría en Cuba. Y resultó que ni fue así ni parece que vaya a haber cambios importantes en la isla caribeña, una vez que el líder de la revolución ha pasado a mejor vida. Desde luego su hermano Raúl no tiene la capacidad de Fidel. Pero que no dejó los hilos del poder tan flojos lo demuestra la atención mundial que se desató tras la muerte de Fidel y las larguísimas colas de ciudadanos cubanos para darle la despedida a sus cenizas.

En México, las empresas encuestadoras daban por un hecho la continuidad electoral del PRI. Los medios así lo cantaban. Y el PAN se echó a la bolsa a más estados que nunca en un proceso electoral intermedio. El socialismo latinoamericano decae: en Brasil destituyeron a Dilma y Bachelet en Chile goza de los niveles más bajos de popularidad de sus dos mandatos. Evo, en Bolivia va por su cuarto periodo presidencial y Maduro, en Venezuela no podría haber llevado al país más cerca del abismo como lo ha llevado hasta ahora.

Y la última de las paradojas, para muchos la más curiosa, fue la concesión del Premio Nobel de Literatura al cantante y letrista Bob Dylan, quien no acudió a recibirlo, quizá porque en el fondo estaba consciente que verdaderos escritores —cito dos; Joseph Roth y Claudio Magris— se lo merecían muy por encima de sus indudables dotes poéticas, proféticas y realistas.

Publicado en Siempre!