Las justas

laspatronasCuando mi mujer y yo vimos un documental de “Las Patronas”, apenas si las conocíamos. Su nombre llamativo nos remitía a un conjunto de mujeres bragadas, capaces de mandar y de ordenar. Nada más.   El documental, junto con la participación de Norma Romero, al serle concedida al grupo la presea de Derechos Humanos por el presidente Peña Nieto, nos dejó, literalmente, boquiabiertos.   Al unísono exclamamos: “éste es el verdadero rostro de México”.

Mujeres bragadas sí lo eran, pero en el amor por el otro. Cero mandonas, cero autoritarias. Desde la “patrona” mayor hasta las voluntarias, a todo este admirable puñado de mujeres que viven al lado de la que fuera la hacienda de Guadalupe La Patrona, cerca de Córdoba, en Veracruz, y que cada día “ven a Cristo en el migrante”, habría que tomarlas de referencia de lo que somos capaces.   De lo que es –en espíritu y en verdad—el corazón mexicano. A ellas les dicen; “son unos vagos”. Y responden: “lo serán para ustedes, a nosotras nos parece el mismo Jesús que viaja en La Bestia (el tren de la muerte, como le dicen los migrantes)”.

Y se entusiasman al darles de comer gratis en el paso de carros de ferrocarril, cuajados de hombres, mujeres, niñas, niños, adolescentes, ancianos, enloquecidos por el hambre, abatidos por la pobreza, perseguidos por las pandillas, acorralados por el narco. Sin justificación de que “no hay”, que “eso le corresponde al gobierno”, que… (Póngale usted aquí el pretexto más usado en su entorno). Es un alma justa la que en ellas habita; son las justas, las patronas de un tramo bendito frente al dolor humeante y grasoso de “La Bestia”; frente a la indiferencia altanera de autoridades equívocas, ante la gravedad sin gracia de la frontera norte.

Publicado en El Observador de la Actualidad