Héroe popular

chapo2Los medios y las marchas han dado la idea de que “el Chapo” era una especie de Chucho “el roto” moderno. No es así. El de Saldarriaga era un ladrón de poca monta que, según la leyenda, le quitaba a los ricos para darle a los pobres. Estaba mal, pero no mataba ni mutilaba ni encajuelaba… El de La Tuna lleva entre sus muescas “dos o tres mil muertes”. Se equivocaba la señorita del Castillo en su famoso video, diciéndole que podría ser un capo del bien si diera su dinero para los niños pobres de México. Una de las máximas morales de nuestra civilización cristiana de Occidente es que de un medio malo no puede salir un fin bueno. El fin justifica los medios es el principio de la disolución social. La que bien pudiera ser que estuviéramos viviendo en nuestro México.

En efecto: ¿por qué marchan los que marchan para exigir la libertad, la no extradición, el trato justo al “Chapo” Guzmán? Algunos por la camiseta, los doscientos o quinientos pesos de paga y los tamales. Otros porque le han de deber favores y unos más, la mayor parte de los contingentes, por ignorancia supina. Adiestrados por la televisión comercial a considerar que el éxito tiene que ver solamente con la acumulación de cosas (entre ellas, personas), ven en “el Chapo” un ganador en tierra de derrotados (y de derrotistas). Uno que de Badiraguato saltó a las listas de Forbes: uno que le dio fama mundial a la sierra de Sinaloa; uno que, maltratado por su padre, sin haber ido a la escuela, supo fugarse de Puente Grande, ensanchar su imperio a todo el continente, mantener en jaque a la DEA y ser nombrado como el Osama Bin Laden de México…

Es una metáfora perversa de la caída en picada de los buenos y viejos valores que alguna ocasión hicieron el “milagro mexicano”. Ahora el “milagro” es dedicarse al narcotráfico. Y si se es “de segunda división”, al secuestro o la extorsión. Dicen que le sigue “el Azul” o “el Mayo”. Nadie sabe a ciencia cierta lo que pasa dentro de un cartel como el que lideraba “el Chapo”. Pero de eso, a convertirlo en un héroe nacional, hay un trecho gigantesco. El día que sustituyamos a los criminales por la lealtad a México, a su historia y a su legado universal, estaremos firmando nuestra sentencia de muerte como nación. Si no es que ya la firmamos. Y festejamos haciendo marchas, mítines y sesudas reflexiones sobre lo que sería de México si gente como “el Chapo” nos mandara y pagara nuestras cuentas en las cantinas y nuestras deudas con el exterior.

Publicado en Revista Siempre!