“A corazón abierto”

La fe es amor y el amor engendra belleza que se hace poesía. La fe cristiana es fuente inagotable de poesía. Los grandes poetas han bebido en las fuentes límpidas de la sagrada escritura y del evangelio. El Dios de Jesucristo es quien creó todas las cosas, y las hizo buenas y bellas, y dio al hombre palabra y voz para poder cantarlas. Recordemos a san Juan de la Cruz allá lejos, y a sor Juana Inés de la Cruz aquí entre nosotros.

Jaime Septién, director de nuestro semanario El Observador, acaba de editar un libro singular, titulado: «A Corazón abierto», una selección de «las cien mejores poesías religiosas de México». Este ramillete de poemas, espigados en los campos literarios desde los tiempos prehispánicos hasta la modernidad, es un regalo para el alma naturalmente religiosa del mexicano. No podía faltar algún fragmento al menos del Nican Mopohua, el máximo poema de amor dictado por Santa María de Guadalupe y escrito en el códice de la tilma de agave de Juan Diego, es decir, de México.

No todos los poetas seleccionados son devotos ni cristianos ejemplares; pero han dejado escapar, en momentos felices o trágicos de su vida, sobre todo en los cercanos a la rendición de cuentas, algún destello de luz que la gracia divina imprimió en su corazón. Baste recordar al bronco y sublime poeta veracruzano Salvador Díaz Mirón, quien, desde las rejas del calabozo en san Juan de Ulúa, alcanzó a contemplar a Jesús llegando a su «unción desde la barca», y cómo en ese encuentro le devolvía «la fe que salva y la ilusión que alegra», momento preciso y precioso de gracia en que «un relámpago enciende su alma negra». Desapareció el fantasma y apareció el Salvador.

Numerosos son los poetas que en la expresión artística de sus sentimientos nos han dejado retazos de su alma que nos pueden ayudar a recobrar la paz y darnos alegría aún en los momentos más dramáticos de la vida. Y quizá también salvación. Un inspirado poema religioso puede convertirse en medicina para esa lepra moral que nos corroe el alma con tanta vulgaridad y violencia en los medios de comunicación. Ante la belleza y la poesía todos podemos ser mejores.

Es un servicio más que profesionistas católicos ofrecen a la comunidad y a la sociedad. La Iglesia ha sido siempre creadora de cultura; para ella, educar es evangelizar y evangelizar es educar, es decir, producir cultura. El Papa Benedicto XVI nos recordó a los obispos el deber de apreciar la labor de los fieles laicos porque, dijo el Papa: «No es justo que se sientan tratados como quienes apenas cuentan en la Iglesia, no obstante la ilusión que ponen en trabajar en ella según su propia vocación, y el gran sacrificio que a veces les supone esta dedicación». La editorial Garabatos, de Sonora, se encargó de la producción, pero la obra se puede adquirir en las oficinas de El Observador (Tel. 224-14-54 y 214-18-42, ext. 115).

+ Mario De Gasperín Gasperín