Ella y el Candidato

 La semana pasada comenzó la exhibición del segundo largometraje de Roberto Girault cuya «opera prima», El estudiante, rompió todos los récords de permanencia en salas de cine en México y ha sido un éxito internacional. Platicando con Roberto hemos llegado a la conclusión de que la «novedad» del cine mexicano es el tipo de películas que él hace: cine con valores profundamente cristianos. 

Mi mujer y yo acabamos de ver Ella y el candidato en una sala desierta (quizá porque hacía mucho frío, quizá porque no hay «artistas» de relumbrón, ni escenas eróticas ni groserías…). Salimos alucinados. Sin dejar de ver la gran cantidad de problemas que presenta el guión y la verosimilitud de la producción, la película es un huracán de viento fresco en el alicaído panorama del «cine de valores». También una rara muestra del «otro lado» de la política: la familia de los políticos; en especial, la esposa. 

No voy a contar aquí la historia. Tan sólo diré que se trata de una trama paralela entre la caída de un matrimonio bien avenido y la caída de la lucha por el poder de Luis Fernando Grama (Héctor Arredondo). Su esposa Lorena (Rocío Verdejo) y su amigo, asesor y negociador político Carlos (muy bien interpretado por Daniel Martínez) así como la cumbre de actuación (última en su vida) de Jorge Lavat, dan al filme una inusitada fuerza que remacha el argumento. 

Todo es de cara al 2012, a las elecciones presidenciales de un México que tiene miedo. Y en el que existen los que «administran» el miedo y los que no están (estamos) a la altura de un país como el nuestro. Además de ensalzar al matrimonio, a la familia, al amor, deja un lema profético en la mente de los espectadores: sacar adelante una relación conyugal o un país solamente se puede hacer desde la ética humanista del «primero tú».