Malabares

Los proyectos de sentencia de acciones de inconstitucionalidad promovidos contra las reformas a las constituciones locales de Baja California y San Luis Potosí, no son asuntos que se agoten en el ámbito estrictamente jurídico. Hay muchas más lecturas.

Primero, la pretensión de que los estados no pueden ir más allá de la Constitución federal cuando se legisla en materia de derechos humanos. Es decir, que la protección, en este caso del no nacido, que ambas entidades elevaron a rango constitucional (junto con otros 15 estados), es inconstitucional. Los estados nada tienen que hacer legislando a favor de sus habitantes. Aun y cuando los diputados sean mayoría y aun y cuando lo hayan hecho de forma jurídicamente consistente. Aquí hay uno que se las sabe todas. Y ese uno es el supremo centralismo que ha padecido, brutalmente, nuestro país.

Segundo, que la reciente reforma a los derechos humanos del Senado no está correcta porque suprime la discriminación, la división y la inequidad. Ahora sucede que persona no es persona. O que hay de personas a personas. Unas más iguales que otras. Y las menos iguales, susceptibles de ser borradas del mapa, son las criaturas no nacidas. Con ese criterio, la barbarie tiene carta abierta para extenderse en todos los ámbitos de la sociedad. Basta que haya algún peladillo por ahí que interprete la Constitución a su real gana, y promueva recursos de inconstitucionalidad ante quien se oponga a su ideología.

Destruir es facilísimo, armonizar no tanto. Lo que tendría que hacer el máximo tribunal del país (la Suprema Corte, a quien alguno le llama ya «la tremenda corte») es, justamente, fomentar la cohesión del sistema jurídico mexicano entre sí y con los tratados internacionales que ha firmado México. Quiere esto decir: proteger la vida en su totalidad, no dividir a la persona en nacida o no nacida (al rato va a ser alta o chaparra, gorda o flaca, blanca o negra, apta o no apta…) y propiciar políticas públicas que, realmente, promuevan lo que la tan vilipendiada Iglesia católica ha dicho desde antiguo: la educación en el respeto a la dignidad del otro, el respeto a la pareja, la fidelidad. Si no hay tal, seguiremos viendo el bochornoso espectáculo de señores ministros haciendo malabares de circo para –en nombre de la Constitución—seguir introduciendo más violencia en México.