Cacería de pedófilos

Un buen propósito para este año, de quienes acostumbran a navegar por Internet, sería ayudar a las autoridades a encontrar pedófilos encubiertos en la red, sobre todo en la red social de Facebook, en YouTube o en las otras redes sociales; denunciarlos y hacer que los aprendan.  Estos criminales no pueden seguir sueltos, dañando lo más delicado de la sociedad: las niñas y los niños.

De hecho, ya existe esta práctica en muchos internautas sagaces.  Como en el caso de los espías dobles, éstos se hacen pasar –sobre todo en YouTube— por “interesados en el tema”, lanzan su anzuelo para entrar en contacto con pedófilos cibernéticos (que, después, serán pedófilos reales), les piden sus datos, sus fotos, sus preferencias, y, más tarde, en lugar de entablar la ansiada cita (del enfermo sexual), los exhiben en la red.  Dicho de otra manera: lo pescan usando el mismo anzuelo y la misma carnaza que ellos utilizan para atrapar a sus víctimas infantiles y consumar sus fechorías.

Creo que habría que ir más lejos y motivar la acción decisiva de las autoridades judiciales.  La denuncia ciudadana, así sea en el campo digital, tiene que enfrentar con valor y madurez la actuación de la ley.  No se vale tirar la piedra y esconder la mano.  Claro está, que se tiene que lograr que las autoridades actúen y se conserve el anonimato del denunciante, así como ejerza una investigación a fondo. 

Por desgracia, existen tantas formas de hostigamiento sexual como de falsas denuncias, de fabricación de culpables y de ruina de personas con buena fama.  También, por desgracia, el ejercicio de la ley es lento, moroso y, en ocasiones, desesperante.  Pero la acción ciudadana debe trascender estos niveles de conformismo. 

Internet ha sido pionero en muchos temas que han ido transformando la realidad social.  Podría también serlo en la denuncia ciudadana que tanto ayuda a controlar la actuación de los delincuentes y que se distingue por ser una manera organizada de participar en la defensa de nuestra seguridad y la de nuestras familias.  Si le cargamos todo a la policía –dónde que nuestra policía es solvente—podemos esperar sentados a ver cómo, de forma vertiginosa, se despedaza la infancia a manos de los criminales.