Somos muy ricos

La carta pastoral de los obispos mexicanos Conmemorar nuestra historia desde la fe para comprometernos hoy con nuestra Patria apenas si recibió espacio en los medios de comunicación. Les interesaron mil veces más las declaraciones de «la Barbie» que reproducir, analizar, discutir la voz, excepcionalmente lúcida, de la Iglesia. Parece una maldición: lo mejor se queda en la congeladora y lo peor es lo que nos dan de comer a diario…

Quiero resaltar dos impresiones que me dejó la lectura de la carta. Primero: la serenidad. Segundo: la competencia intelectual.

No hay un solo párrafo a lo largo de la carta que invite a la confrontación, a la revancha, a la desunión por vía del insulto. Se dicen frases duras como: «no hay enemigo más peligroso del Estado laico que el laicismo intolerante que busca disminuir libertades y restringir espacios de expresión». Pero se dicen muy bien. Porque (el segundo punto) la Iglesia en México tiene la altura intelectual, académica, científica (en este caso, histórica) para hablar de tú a tú con el mundo de la academia, de la ciencia, de la historia. Y para superarlo.

Nos quejamos mucho de que hemos sido (los católicos) desplazados del debate público. Lo hemos sido porque nos hemos mostrado tímidos, desunidos, marchando cada uno por su lado. Esta carta —que contribuye a darle sentido no a lo que celebramos sino a lo que conmemoramos— es un ejemplo de lo que debemos hacer de ahora en adelante: las marchas son buenas, simpáticas, alegres, pero la mayor parte de las ocasiones son «llamaradas de petate»: se consumen rápido. Hay que aplicar tácticas del mundo, si queremos que el Evangelio penetre las estructuras de pensamiento y de acción del mundo.

«Nuestra mirada hacia el futuro —concluyen los obispos—está llena de esperanza porque somos un pueblo con una gran riqueza humana y cristiana». ¡Claro que sí! ¡Claro que somos ricos, riquísimos! En las selvas de Chiapas, en el semidesierto de San Luis, en las montañas de la Tarahumara, en las arenas de Cabo San Lucas, en los ríos de Tabasco o en las cañadas de Durango, en todo México se ama a Dios (somos el país más religioso del mundo), se respeta a su Iglesia (es la institución que valoramos más arriba que todas), se venera a Guadalupe (los mexicanos somos totalmente guadalupanos)… ¿Hay mayor riqueza posible para empezar a construir un mejor presente y un futuro con caridad?