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En esta hora de México

Hoy son muchos, casi legión, los que dicen, fuerte o quedito, «a México ya se lo cargó el pintor». El crimen –organizado o desorganizado, que a la víctima lo mismo le da—se está engullendo 200 años de vida independiente, dejando tras de sí un reguero de cadáveres, desilusiones, horrores y desconfianzas.

La desconfianza es lo que mata el alma de la Patria. Y en ese sentido, los medios electrónicos han jugado un papel importantísimo en esparcir la semilla del rencor y de vergüenza con la que los jóvenes, por ejemplo, entienden su pertenencia a México. Quieren huir. Unos al Norte, otros a dónde sea. Lejos, muy lejos está el orgullo de ser mexicanos que hoy anuncian en la tele. «Es cosa del gobierno», dicen. Y el Bicentenario, más que una celebración, es una afrenta.

La Conferencia del Episcopado Mexicano nos propone una Semana de Oración por la Patria con motivo de los dos centenarios (el de la Independencia y el de la Revolución). Orar por México, hoy más que nunca, es imprescindible. No podemos, no debemos dejar de pedir a Dios, a través de la Santísima Virgen de Guadalupe, que nos proteja del mal, de las fuerzas desatadas por el terrorismo, la injusticia, el crimen, la miseria, el abandono, la impunidad, el empequeñecimiento del estado de derecho, la ley de la selva, el relativismo moral, la ausencia (sobre todo la ausencia) del temor por la salvación de nuestra alma.

Santa Faustina Kowalska, una polaca doliente (en muchos sentidos Polonia se asemeja a nuestro país, invadido por todas las naciones guerreras, enhiesto, con una fe popular que ni el comunismo logró extinguir), ha escrito la Oración por la Patria más bella que he leído. Se la comparto, amable lector,  para que juntos recemos por México, y más que por México en abstracto, oremos por sus niños:

Jesús misericordioso, te pido por la intercesión de tus santos y, especialmente, por la intercesión de tu amadísima Madre, que te crió desde la niñez, bendigas a mi Patria. Te ruego, Jesús, no mires nuestros pecados, sino las lágrimas de los niños pequeños; el hambre y el frío que ellos sufren, Jesús; en nombre de estos inocentes, concédeme la gracia que te pido por mi Patria. Amén.

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