Nuestro ser sacerdote, del Papa Benedicto XVI

El Papa Benedicto XVI ha preparado con esmero, guiado con sabiduría y custodiado con celo, el Año Sacerdotal 2009-2010.  Durante la Misa Crismal del pasado Jueves Santo, pronunció una homilía vibrante que, aunada a la Carta a los Sacerdotes, es documento guía para penetrar en lo que significa este Año y lo que significa, para un mundo cada vez más alejado de Dios, la presencia sacerdotal.

Uno con Cristo

La homilía del Santo Padre se intituló «Una nueva y radical forma de unificación con Cristo», y en este título viene ya subrayada la intención: el sacerdocio es algo más que un ritual de consagración: es la unidad sin paréntesis, cortapisas y «asegunes» con Cristo: el sacerdote es «otro Cristo», uno que vive su vida sin el afán –así lo dice el Papa—de la «autorrealización» personal, sino, más bien, en la renuncia, en los pequeños «sí» que prefiguran (y muestran al mundo) el gran «sí» de Cristo al Padre en la Cruz.

Inmersos en la Verdad

Una de las partes más bellas de esta homilía papal es la del sacerdote como un hombre inmiscuido, arrasado, avasallado por la Verdad de Cristo (muy diferente a las verdades del mundo).  Oración y frecuencia en la Palabra son los caminos para lograr la vecindad con Jesús.  Y esa vecindad con la Verdad obliga a reconocer su carácter exigente, a contraponerse –en las grandes y en las pequeñas cosas—a la mentira; a «aceptar la fatiga de la verdad para que su alegría más profunda esté presente en nosotros».

Amor verdadero

Los sacerdotes y los laicos debemos reflexionar, profundamente, en estas palabras del Papa Benedicto XVI: «Cuando hablamos de ser consagrados en la verdad, tampoco hemos de olvidar que, en Jesucristo, verdad y amor son una misma cosa.  Estar inmersos en Él significa ahondar en su bondad, en el amor verdadero.  El amor verdadero no cuesta poco, puede ser muy exigente.  Opone resistencia al mal, para llevar el verdadero bien al hombre.  Si nos hacemos uno con Cristo, aprendemos a reconocerlo precisamente en los que sufren, en los pobres, en los pequeños de este mundo; entonces nos convertimos en personas que sirven, que reconocen a sus hermanos y hermanas, y en ellos encuentran a Él mismo».

Benedicto XVI,  Nuestro ser sacerdote: una nueva y radical forma de unificación con Cristo. Obra Nacional de la Buena Prensa AC,  México, 2009. 
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