Redadas en los tejados

Los esfuerzos que hace el gobierno de Cuba por mantener la “pureza ideológica” de su gente son, por decir lo menos, antediluvianos. La última batalla contra el imperialismo yanqui se desarrolla en los tejados de La Habana y de otras ciudades de la isla caribeña. Su objetivo es derrotar a Direct TV o a Dish, que transmiten veneno para los cubanos; tergiversan la realidad del país y crean confusión, descontento y pesimismo en la población.

Este año han decomisado ya 150 equipos de televisión vía satélite en aeropuertos cubanos. Y cientos de antenas parabólicas —obviamente clandestinas— han sido destruidas por la policía del régimen, para evitar que las familias puedan comparar el “paraíso” en el que viven con otras realidades; pero aún, para que se les quite de la cabeza subir a una balsa y tratar de alcanzar la tierra de la gran mentira. Los cubanos —dice el diario oficial Granma— deben saber que la programación de la televisión vía satélite “convierte en trascendental el hecho más banal” y “nada aporta a la identidad nacional”. “El único beneficiario es el imperio que satisface su apetito de engaño y dominación”, dice el periódico más ideologizado del planeta Tierra.

Lo curioso es que, pese a las multas de 500 pesos que les imponen si se les descubre un sistema de TV vía satélite en el aeropuerto, o de una cantidad similar si se les encuentra “haciendo negocio” (es decir, esparciendo la señal mediante cableado escondido en las paredes, los terrenos y las callejuelas de las casas del vecindario, mismas que llegan a pagar hasta 10 dólares mensuales por el servicio), la gente sigue comprando equipos y sigue camuflando antenas. Según el Granma, uno de estos habilidosos personajes de la picaresca cubana, disfrazó el plato de la antena de “adorno frutal”, con manzanas y otros productos del agro, como si se tratara de “un centro de mesa”. Otros lo hacen en medio de un bosque de helechos. Otros más meten la antena en un tanque de agua.

Ciertamente, la programación de las cadenas vía satélite de Estados Unidos no es un dechado de virtudes. Pero de ahí a obligar a la gente a no ver nada más allá de las arengas del castrismo, y de cantar las glorias de una revolución que se estacionó en su propia red de complicidades, existe un abismo. Es el abismo que cruza la ceguera propia de una dictadura, de izquierda o de derecha, que son igualitas. Pues dictadura significa dictarle a los ciudadanos qué deben de pensar, decir, querer o rechazar, por orden superior.
Hay que recordar que en Cuba existen solamente 4 canales de TV. Los cuatro controlados por el gobierno. Es la misma monserga repartida en 4 frecuencias. Desde luego, esto no demuestra ningún “apetito de engaño y dominación”. Es libertad pura.

Publicado en la revista Siempre! (9 de junio de 2009 Núm.2921)